El advenimiento de
la Primera Guerra Mundial (1914-1918) influyó notablemente en la aparición de
nuevas corrientes artísticas que surgieron como reacción a los horrores vividos
por el conflicto. Sin embargo, previamente a este trágico acontecimiento se
había gestado el Futurismo, un movimiento –a la vez pictórico y
literario– que comenzaría, gracias al impulso de Filippo T. Marinetti, con la
publicación del Primer Manifiesto Futurista en el diario parisino Le Figaró el 20 de febrero de 1909. En
él se defendía la agresividad, la temeridad, el salto mortal, la bofetada, el
puñetazo y la guerra…todo un alegato en pro de la rebeldía explícita, una
rebeldía hacia lo que estos artistas e intelectuales definieron claramente como
un mundo en crisis, equivocadamente aferrado al pasado y a sus tradiciones. Para romper con esos
tradicionalismos que encorsetaban a la sociedad del momento, proponían una
cultura en la que el ruidoso frenesí de la vida moderna, las máquinas, el
deporte, las guerras y los vehículos en movimiento se convirtieran en los ejes
principales. Por ello, en los cuadros de G. Balla, G. Severini, L. Russolo o C.
Carrà se respira la velocidad y el movimiento a través de la desmaterialización
de los objetos y la multiplicación de las imágenes. No obstante, cuando estos
artistas defendían la agitación de la guerra, desconocían, en efecto, la
magnitud que ésta, a posteriori,
adquiriría. Sólo en ese sentido puede decirse que la guerra contribuyó a
la cultura. Así, su pensamiento no dejaría indiferente al mundo artístico,
puesto que dio paso inmediato a los movimientos Dadá y Surrealista.
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G.Balla, Dinamismo de un perro con correa, 1912 |
Tras la
Guerra, surgieron muchas generaciones de artistas e intelectuales que optaron
por reflejar a través de su obra los traumas vividos con una gran crudeza y sin
contemplaciones. Éste fue el caso de la denominada Nueva Objetividad (Neue
Sachlichkeit), un movimiento artístico surgido en Alemania a comienzos de
los años 20 que vaticinó y retrató el horror de la guerra y el régimen nazi. Para ello, los
artistas utilizaron en beneficio propio las posibilidades formales que le
brindaban los distintos movimientos de vanguardia. De hecho, la Nueva
Objetividad formaba parte de una tendencia más amplia en Europa y en
Norteamérica orientada hacia formas precisas y moderadas. Durante un
tiempo, Berlín estuvo a la cabeza de la cultura modernista, circunstancia que
cambió por completo en 1933, con la caída de la República de Weimar y la toma
del poder por los nazis. La influencia dominante en muchas obras de la Neue
Sachlichkeit, al igual que en el Surrealismo, fue Giorgio de Chirico, si
bien otros artistas como George Grosz (1893-1959), Max Beckmann (1884-1950) y
Otto Dix (1891-1969), se convirtieron en sus representantes más destacados.
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G.Grosz, Metrópolis, 1916 |
En otros
casos, la actitud de repulsa para con la guerra se manifestó mediante
movimientos que, como el Dadaísmo, arrancaban del espíritu
contracultural y antiartístico de numerosos artistas e intelectuales. Esta
corriente, surgió por primera vez en Zürich, donde en el año 1915 un grupo de
artistas pacifistas crearon el “Cabaret Voltaire”, que se convertiría en la
sede del movimiento dadá hasta 1920. En él, Hugo Ball o Emmy Hennings leían
poemas o hacían actuaciones diversas, siempre en contra del orden establecido.
Posteriormente, el ideario dadá se extendió a otras ciudades (Nueva York,
París, Berlín, Colonia o Hannover), pero en todas sus variantes se partía
siempre de los mismos principios, a saber, la desacralización de la obra de
arte –que se observa en las obras de Marcel Duchamp, Kurt Schwitters o Man
Ray–, una libertad desenfrenada de los artistas y la adopción de una actitud
nihilista ante la vida, donde el azar tenía mucho que ver.
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J.Heartfield, Tierra soleada, 1919 |
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M.Duchamp, Fuente (urinario), 1917 |
Estrechamente
vinculado al movimiento Dadá, surgió en París el Surrealismo, un
movimiento artístico y literario que comenzó a forjarse en la década de los
años 20, en torno a la personalidad del poeta André Breton. En la primera
definición del Manifiesto Surrealista (1924), éste lo define como “Sustantivo,
masculino. Automatismo psíquico puro, por cuyo medio se intenta expresar,
verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del
pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de
la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral”. La pintura solamente
se menciona en una nota a pie de página, no obstante se defienden los dos
principales caminos abiertos al pintor surrealista: el automatismo y el trompe-l’oeil. Entre la
década de 1920-30 se incorporan diversos artistas, como Miró y su automatismo
psíquico puro, Dalí -que utilizaba imágenes tomadas de los sueños mediante el
método paranoico-crítico- o André Masson, atraído también por el automatismo
psíquico. La Exposición Internacional del Surrealismo de 1938 en París marcó el
apogeo de este movimiento antes de la guerra y la exposición ofreció una
muestra de lo que el Surrealismo había producido en la fabricación de objetos,
más que en pintura. La importancia estriba en el "objeto encontrado",
transformado, ensamblado, que puede funcionar de forma simbólica, algo
especialmente visible en la obra de Magritte y Dalí.
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R.Magritte, El modelo rojo, 1937 |
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S.Dalí, El gran masturbador, 1929 |
Otra escuela
artística importante surgida tras la Guerra fue la Bauhaus, que se
desarrolló entre 1919 y 1933 en Alemania y que encontró en Weimar (1919-1924) y
Dessau (1925-1932) sus principales focos de difusión (en Berlín sólo perviviría
seis meses). Fundada por el arquitecto Walter Gropius, la Bauhaus (traducible
por “Casa de la Construcción”) se convirtió en la más famosa escuela de diseño,
arte y arquitectura de Alemania a través de la fusión de la Escuela Superior de
Artes Plásticas y la Escuela Superior de Arte y Oficios. La institución tenía
como misión procurar una enseñanza basada en una sólida preparación para los
oficios, fomentándose sobre todo el conocimiento de los materiales, su uso y el
lenguaje de la forma. Sus dos objetivos prioritarios fueron, por un lado,
conseguir una integración total de los distintos géneros artísticos y de los
sectores artesanales bajo una cierta supremacía de la arquitectura y, por el otro,
orientar la producción estética hacia las necesidades de amplios sectores de
población, es decir, acercar las artes al pueblo, en la línea de los principios
defendidos en el siglo XIX por los artistas británicos del Arts & Craft,
como William Morris o John Ruskin. Pretendían, en último término, conseguir un
perfecto equilibrio entre la forma y la función de las obras, respetando
siempre el principio de geometría, la funcionalidad y las líneas rectas. En la
escuela de Weimar, confluyeron artistas y profesores de distintos gremios
artesanales que contribuyeron a la renovación pedagógica de las escuelas
artísticas, dominadas hasta entonces por el academicismo. Así, fueron
importantes las aportaciones del Taller de Arquitectura (W. Gropius, L.
Moholy-Nagy), el Taller de Cerámica (Th. Begler), el Taller Textil (G. Stözl),
el Taller de Muebles (J. Albers y M. Breuer), el Taller de Metal (M. Brandt) y
el Taller de escultura y talla.
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W.Gropius, Edificio de la Bauhaus en Dessau, 1923-5 |
Tras el
traslado de la sede de la Bauhaus a Dessau (1925), la Escuela seguiría
funcionando, desarrollando nuevos diseños y realizando aportaciones
interesantes a la tipografía. Pero con el auge del nacionalsocialismo y el
ascenso de Hitler al poder, la Bauhaus vio peligrar su continuidad y, tras un
breve período de seis meses en Berlín, se vio obligada a cerrar sus puertas
ante la presión nazi, que se había intensificado a raíz de la caída de la
República de Weimar. Ante esta situación, muchos artistas emigraron a Estados Unidos,
donde continuaron su carrera (J. Albers, H. Hoffmann...) con bastante fortuna.
Sin embargo, ésta sólo era una de las consecuencias de la llegada al poder de
una ideología que coartaría numerosas libertades, se cobraría muchas vidas y
sumergiría el país en una guerra de repercusiones mundiales.
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