Si echamos un vistazo a la
Historia, podemos observar cómo, curiosamente, el fin de un siglo ha sido
vivido por las diferentes sociedades como un momento problemático. Es lícito
ver en este hecho algo curioso si se tiene en cuenta que el cómputo de años
varía según la cultura en la que nos hallemos y, dentro de ésta, ha sufrido
modificaciones también a lo largo del tiempo. En Occidente, cuya cultura
predominante ha sido la establecida por el Cristianismo, observamos que no es
hasta el siglo VII (con el Papa Bonifacio IV) cuando se establece el cómputo
según la Era Cristiana, cuyo punto de partida es la supuesta fecha del
nacimiento de Cristo. Antes de este cómputo fue la fundación de Roma (753 a.C.)
la que marcaba el inicio de las cronologías y, aún hoy, si nos dirigimos a
lugares donde predominan otras religiones (Islam, Budismo, Hinduismo),
encontraremos otro tipo de cronologías que fijan sus inicios en otras fechas
clave, ya sea por razones míticas o históricas.
Volviendo al ámbito europeo, marcado
desde tiempos del emperador Constantino (siglo IV d.C.) por el predominio de
una mentalidad bañada por las Escrituras cristianas, los cambios temporales –
especialmente aquellos referidos al milenio – fueron sufridos como momentos llenos
de incertidumbre en los que afloraron multitud de actitudes vitales y sociales.
De este modo, encontramos ya en el siglo
X la primera gran “crisis” a nivel internacional en el Orbe, derivada de la
equiparación del fin del milenio con el fin del mundo, cuyas bases han de
buscarse en el Apocalipsis de San
Juan. Es en este marco que resurgen con fuerza corrientes filosóficas, presentes
de forma minoritaria desde el siglo II (que precisamente correspondería al
milenio según la cronología romana señalada anteriormente). Eremitas, místicos,
santones, milenaristas... son muchos los que predicaron con una forma de vida y
unas normas morales que salvaran a la gente en un momento tan crítico y, tales
movimientos de pensamiento, tuvieron también su contrapartida en el arte de la
época. En el siglo XI se produce la conocida como “Reforma gregoriana” (en
honor del Papa Gregorio VII), entre cuyos objetivos principales para reformar
la Iglesia católica se encontraban desde el rescate de las formas de vida
morales de los orígenes del Cristianismo o la unificación de las instituciones
eclesiásticas, hasta el establecimiento de un tipo de liturgia uniforme que
tenía en el “canto gregoriano” su pilar más firme. En el campo de la plástica,
encontramos entre los siglos X y XIII, en la Península Ibérica, las
transcripciones manuscritas del Apocalipsis en los denominados Beatos, que ilustran y comentan el texto
sagrado a la vez que ponen de manifiesto una preocupación entre el clero y la
sociedad por dicho tema.
Beato de Valcavado, Palencia (España), c.970 |
A medida que avanza el tiempo, la
cultura medieval evolucionó desde esta marcada religiosidad hasta obtener un
carácter más abierto, que culminó con el “Humanismo” que floreció en la
Península Itálica entre los siglos XIV y XV. Es el momento en que escriben
personajes de la talla de Boccaccio, Petrarca o Dante Alighieri, cuya obra más
insigne, la Divina Commedia
(1304-1321), vuelve a incidir en la idea de la salvación, con una configuración
del Más Allá cristiano que recoge las reformas del siglo XI (Infierno,
Purgatorio y Paraíso). En el siglo XV, además, asistimos al primer movimiento
del péndulo que parecerá dominar las corrientes culturales de Occidente desde
entonces. Se vuelve la vista al lejano pasado grecolatino, idealizándolo y
rechazando las formas góticas o románicas por recordar al pasado más inmediato,
la Edad Media. Este “gusto” general por lo clásico – entendiéndose “clásico”
como lo referido a la Antigüedad clásica de Grecia y Roma – se mantendrá hasta
bien entrado el siglo XVI, cuando – en un nuevo movimiento pendular – se
rescata el estilo del Gótico y se configura el Barroco artístico, cuyas formas son,
a la vez, herederas del Renacimiento inmediatamente anterior y del pasado
medieval que intentan dignificar.
Raffaello, Los desposorios de la Virgen, 1504 |
Caravaggio, Cabeza de Medusa, 1597 |
En el siglo XVIII se vuelve a producir un cambio que devuelve el protagonismo a las directrices clásicas, ahora pasadas por la criba renacentista, y la Antigüedad grecolatina, así como los grandes maestros del Quattocento y Cinquecento italianos, son los modelos a seguir en las esferas culturales y artísticas que se desarrollaron al amparo de las Academias.
Jacques-Louis David, Belisario, 1784 |
En el siglo XIX, finalmente, se
produce vuelve a reaccionar contra la corriente neoclásica con el Romanticismo,
mirando de nuevo a la Edad Media (elaborando de ella una imagen también
idealizada de la que aún hoy nos es difícil escapar) y a las culturas populares
de los diferentes países, así como un giro hacia el interior subjetivo del
creador o artista que marcará indudablemente el arte posterior.
Eugene Delacroix, La barca de Dante, 1822 |
La rapidez vertiginosa de los
cambios que se observa a medida que se avanza en la línea del tiempo nos sitúa
en la segunda mitad del siglo XIX, cuando el péndulo se mueve por última vez
del modo como lo había estado haciendo anteriormente. Los pensadores y artistas
que aparecieron alrededor del final del siglo XIX – el Fin de Siècle francés – adoptaron
diferentes puntos de vista (tanto a favor o en contra de una tendencia
clásica o anticlásica), que no son si no la culminación del recorrido histórico
que se ha planteado. Los academicistas continuaron defendiendo la perfección
formal y moral de los cánones clásicos, los esteticistas dieron máximo
protagonismo al arte y su valor como tal (l’art
pour l’art o “el arte por el arte”), los decadentistas recogieron la
herencia romántica que miraba a los rincones más profundos del ser adaptándola
a los nuevos tiempos y, por sólo citar un ejemplo más de este maremágnum
cultural, los modernistas quisieron unir técnica y estética para crear un arte
adecuado a la sociedad del momento.
Ilustración de la revista Jugend, 1900 |
Es en este contexto “crítico” –
por estar inmerso en un proceso de cambio acelerado – en el que nos situaremos
para observar la evolución del arte y la sociedad del siglo XX hasta nuestros
días, ya en el siglo XXI.
Anne von B (colaboradora externa)
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